Para diseñar bien hace falta tiempo

Hace días que te duele el estómago y no sabes por qué. Decides visitar al médico y al llegar le dices: «Tengo un problema, pero necesito que me diagnostique en menos de 2 minutos». El médico le dice que ese tiempo es insuficiente, que necesita hacerte algunas preguntas, auscultarte y realizar cierta prueba específica. «¡Imposible!, no tengo tiempo» — le contestas— «quiero que me recete una pastilla ya». Todo el mundo sabe que las pastillas mágicas no existen y que esta situación surrealista es difícil que se produzca en la realidad. Pero entonces ¿por qué en el diseño gráfico se le da tan poca importancia al tiempo?

Al y fin y al cabo el diseño sirve para solucionar problemas de una manera eficiente: informar, llegar a más público, aumentar las ventas, producir sensaciones o una nueva forma de actuar en el usuario… y, a diferencia de los profesionales sanitarios, el diseñador no es un científico. Comparte con este la necesidad de hacer preguntas (bendito briefing) y el imprescindible análisis de la situación, pero a diferencia del doctor, el diseñador no tiene un vademecum al que acudir: sólo ciertas referencias previas, su profesionalidad y, sobre todo, su creatividad. Decía Javier Jaén (revista Gràffica 27) que «En EEUU no contratan a un ilustrador para que haga ‘una cosa bonita’; quieren a alguien que piense» . Y pensar lleva su tiempo.

Desgraciadamente en nuestro país aún existe una concepción diferente del tiempo en relación al concepto de «productividad» o «efectividad». Mientras en las empresas los trabajadores que finalizan antes sus tareas están peor vistos (echar más horas es sinónimo de buen empleado, porque son pocas las organizaciones que trabajan por objetivos) en el campo del diseño ocurre justamente lo contrario: Quiero algo bueno, pero lo necesito YA. Paradójicamente la rapidez solicitada no es proporcional al capital invertido y sorprenden los clientes que son capaces de invertir elevadas sumas de dinero por «emplear menos tiempo» en un proyecto. En pocos ámbitos laborales se exigiría pagar más por trabajar menos.

Entre los propios profesionales  está consolidado el estereotipo del diseñador todoterreno: ese que está haciendo un logo mientras responde a un email, planifica una videoconferencia e intenta ir al baño sin conseguirlo. Pero en cuestión de resultados esto no es un chiste. Trabajar bajo presión puede ser un desafío para cualquier proyecto, pero en la comunicación visual la prisa también puede tener consecuencias muy negativas en la calidad y efectividad de la pieza final. Por eso los profesionales deberíamos ser capaces de transmitir al cliente algunos argumentos cruciales:

  1. El tiempo nos permite planificar y organizar el trabajo de manera efectiva, dedicando recursos al análisis de la situación y a investigar soluciones creativas. Esto es crucial para desarrollar conceptos sólidos antes de comenzar a diseñar.
  2. La «realización» de la pieza es sólo una parte del trabajo encomendado… a veces incluso la que menos tiempo necesita. Las ideas y la conceptualización del proyecto, sin embargo, requiere plazos difíciles de determinar.
  3. El tiempo es un ingrediente evidente en la calidad de las piezas, sobre todo porque permite revisar y mejorar nuestro trabajo antes de entregarlo.
  4. El tiempo es importantísimo para asegurarnos una correcta comunicación, tanto con el cliente como con el resto del equipo. Las prisas pueden abrumarnos y hacer que no nos comuniquemos adecuadamente, dando lugar a malentendidos y retrasos.

Por eso, la próxima vez que te enfades con tu doctora porque apenas te ha permitido hablar, piensa que los creativos estamos deseando dedicarte el tiempo que te mereces. Y tú, recuerda: hacer las cosas bien SÍ es un buen negocio.